A su provecta edad, por fin, luego de décadas de escepticismo sin justificación, el Doctor Patán descubrió el espíritu navideño o, para decirlo más ampliamente, y sobre todo para no ofender a nadie –que a los musulmanes, que a los que creen en Quetzalcóatl, etcétera–, el espíritu de “las fiestas”. Fue gracias a la Primera Presidenta Con la Que Llegamos Todas (PPCLQLLT), que en su mensaje de Navidad, bueno para todo el periodo vacacional, o sea, de Navidad a Reyes, pasando desde luego por Año Nuevo, destacó los valores familiares del mexicano. Parece que los mexas somos mega entrañables. Cariñosos. Que nos unimos en torno a la abue, la mamita de pelo gris y/o el patriarca bondadoso con un espíritu pacífico y cariñoso, perfumado con el ponche que calienta nuestros cuerpos y, sobre todo, nuestros espíritus, reflejo de la prodigiosa gastronomía nacional, que no tiene ningún país del mundo.

           Yo tenía una idea muy diferente. Criado en una unidad habitacional de clases medias muy medias –se los digo inflado de orgullo: la misma en que vivieron el EQPMPDM (EQPMPDM), el Tsuru y los tres primeros bodocones–, siempre pensé en el mexicano de a pie como en un sujeto que en las fiestas terminaba, pedo, a madrazos con el cuñado por el terrenito en Huehuetoca, o bajaba a agarrar a plomazos al vecino del 102 para resolver de una vez el problema del estacionamiento, o sufría un infarto por las seis mil calorías en azúcares, o chocaba el coche en la caseta de vigilancia, o perdía una mano con un cohetón (no mezclan bien con el brandy), y acababa dormido en las escaleras con una costra de sangre en el peluquín.

Estaba equivocado. Pero muy equivocado. O sea, a veces sí pasan esas cosas, pero desde siempre, y particularmente ahora, que somos felices, felices, felices, tal y como nos enseñó antes el EQPMDM y nos ha recordado inapelablemente la PPCLQLLT, la familia mexicana es más onda comercial de chocolate y pan dulce con Sarita García. Superado el bache del neoliberalismo, con su nefanda ola de divorcios, nos sentamos a la mesa a darnos apapachos, con el sabor de la pasta con puré de jitomate en la lengua y las palabras de nuestro Señor Jesucristo, primer activista de la historia, en los labios, pero sobre todo en el corazón, con una armonía que viene de nuestros antepasados prehispánicos, que en un ejercicio de resistencia que lleva ya 500 y pico de años lograron superar la mala vibra del invasor español, codicioso, gandalla y güero.

Es con ese espíritu que su Doctor Patán desea que hayan tenido una Navidad llena de amor, que su Año Nuevo sea asimismo buen rollo y que, para agradecerlo, salgan en las elecciones de 2027 salgan a votar por Morena, para que este país siga en esta atmósfera de paz y unidad que lo distingue desde 2018, el año que dejamos de vivir en peligro.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09