Éramos muchos y parió la abuela, reza el refrán, queridos lectores, y es que un poco como en la famosa Ley de Murphy, esa que estipula que todo aquello que pueda salir mal saldrá mal, en la actualidad internacional pareciera que todo lo que se pueda enredar o complicar, lo hará.

Y lo hará con un entusiasmo digno de mejores causas, porque vaya que si las cosas están -con bastante ayuda de los gobernantes (sic)- cada vez más complejas e inflamadas.

Si bien la lista de conflictos es muy larga, hay algunos que destacan ya sea por sus consecuencias geopolíticas, su costo en vidas humanas, por la gravedad ética-jurídica de los actos cometidos o por su visibilidad mediática. También, sobra decirlo, porque algunos de estos conflictos sirven para alimentar prejuicios y odios ancestrales, como el antisemitismo o el antiislamismo.

Pero también, a veces, esos mismos acontecimientos traumáticos sirven para desmontar algunos ver esos prejuicios. Tal es el caso del horripilante ataque terrorista en Australia, durante un festival por el inicio de Hannukah en la playa Bondi. Dos atacantes abrieron fuego contra la multitud, pero uno de ellos fue desarmado a mano limpia por un civil que resultó ser musulmán. Y con ese acto -heroico, no hay otra palabra- se desarmó lo que pretendía ser una narrativa anti islamista en respuesta a un ataque antisemita. Aunque no por falta de intentos de algunos, como el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de culpar a la solidaridad con la causa palestina de ser la causante del ataque terrorista.

No hay verdad en los intentos por equiparar la solidaridad con las víctimas inocentes del conflicto en Gaza y/o con la causa Palestina con activismo a favor del grupo terrorista de Hamas o con el antisemitismo. Pero tristemente se insiste en ello, de la misma manera en que hay quienes buscan usar las conductas del gobierno israelí como pretexto para sus diatribas contra el pueblo judío. Ojalá, y ya sé que peco de optimismo, ojalá y pudiéramos recordar que el problema no son las religiones, sino los fanáticos que las distorsionan y pervierten.

En Chile, la segunda vuelta de las elecciones presidenciales enfrentó de un lado el ultraderechista José Antonio Kast y del otro lado la comunista Jeannette Jara. Ese es uno de los defectos de la segunda vuelta: tiende a fortalecer a las candidaturas de los extremos. No obstante lo anterior, tanto el candidato ganador como el presidente saliente dieron muestras de civilidad democrática en sus mensajes tras conocerse los resultados, en lo que pudiera ser un buen augurio para esa nación marcada por la discordia y la violencia del pasado.

POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS

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