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Los insultos vuelan de un lado al otro. Las groserías y ataques están a la orden del día. El lodo se reparte parejo
00:02 sábado 12 noviembre, 2022
Colaboradores
De nuevo, fragmentados, casi hasta la ruptura. Los insultos vuelan de un lado al otro. No hace falta repetirlos, todos los hemos escuchado. Las groserías y ataques están a la orden del día. El lodo se reparte parejo. Las posiciones parecen irreconciliables. ¿Alguien piensa en lo que sería mejor para los ciudadanos? ¿Para las instituciones? ¿Para el país? ¿O solo están ocupados avanzando sus “agendas”? ¿Cuidando sus intereses? Unos y otros se acusa, pero hacen lo mismo. Unos y otros quieren el control del árbitro y usan las instituciones para salirse con la suya. El INE actual, no es novedad, está conformado por el reparto entre partidos: tantos legisladores tiene cada partido, tantos asientos le tocan en el Consejo general del Instituto. Lo que la reforma del presidente busca para sustituir al INE, tampoco es mejor noticia: que ganen los más populares –postulados por los poderes, controlados por un partido-, no los más capaces. En medio, los ciudadanos, que no importamos, pero somos carne de cañón de los políticos que defienden su poder, sus recursos y posiciones. ¿Quién podría oponerse a que los partidos tengan menos dinero público? Nadie, salvo que se viva del erario. ¿Quién podría negarse a revisar el dineral asignado al árbitro electoral? Nadie, salvo que se utilice con manga ancha esa carretada de dinero. Llenarse la boca hablando de “democracia” desde luego que es muy rentable, más cuando se hace en nombre de los ciudadanos. Por supuesto que hay miles que genuinamente alzan la voz, pero los partidos y políticos manosean la discusión pública. Tanto, que opacan el fondo de la conversación. No hay punto medio. O se está en un bando, o se pertenece al otro. O se aplaude todo, o se quiere destruir el proceso de transformación que empuja AMLO. O se critica todo, o se le sigue el juego al presidente. La brecha de la polarización lejos de cerrarse, se ensancha. No parece haber espacio para la conciliación y construcción de puentes. Solo cabe el enfrentamiento y los insultos. Y ahí la espiral se ha convertido en círculo vicioso. Que si se incita al odio desde el poder, o son los opositores los que echan gasolina al fuego. Total que la discusión sobre el proyecto de Nación se pierde entre la tolvanera. Los asuntos de fondo están enterrados cada vez debajo de más polvo, sino es que estiércol que se lanza de una esquina a otra. La arena de las redes que un día fue útil para conversar, está convertida en campo de batalla. El lodo vuela, las amenazas llueven, la autocensura se apodera de quienes tendrían tanto que aportar, y ese silencio se llena con el odio que intereses –legales e ilegales- derraman en cada interacción. En medio, nada, nadie. Imposible estacionarse al centro y reconocer fallas y también virtudes; yerros, pero también aciertos. Hay excesos en ambos bandos, pero quien tiene mayor poder, tiene mayor responsabilidad. En ese sentido, el presidente tendría que ser factor de unidad, de reconciliación, y no de división. De los opositores –políticos, empresarios y hasta periodistas-, es comprensible la desesperación de haber sido empujados a espacios donde no estaban acostumbrados a maniobrar. Y los ciudadanos, que no son enemigos, pero tampoco porristas de un gobierno, van quedando arrinconados por los polos que urgen definiciones. Mala cosa, cuando la definición es México. POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
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