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Las últimas semanas han sido particularmente crueles para Michoacán, con asesinatos de alto perfil
00:10 miércoles 5 noviembre, 2025
Colaboradores
Ojalá, queridos lectores, que las cosas fueran tan simples como nos las plantean los políticos. Ojalá que todo fuera culpa de un solo gobierno, de un solo partido, de un solo espacio en el tiempo.
Imaginarlo así nos evita cuestionar el fondo, y es que si todo fueran culpa de “la guerra de Calderón”, de “el continuismo de Peña”, de “los abrazos de AMLO”, no tendríamos que preguntarnos si Michoacán, o Sinaloa, o Veracruz, o Chihuahua, o Guanajuato son estados fallidos donde el único que manda es el narco.
No, tendríamos que cuestionar a todo un sistema de alianzas, complicidades, encubrimientos, que tienen a buena parte del territorio nacional bajo el control del crimen organizado o, peor aún, del desorganizado.
Si queremos rascar un poco en la historia reciente, veremos que desde 1990 un grupo criminal conocido como el Cártel Milenio es amo y señor de la delincuencia en la región, con sede en nada menos que Uruapan. De ahí comienza primero un proceso de expansión territorial y después una serie de escisiones a grupos como La Familia Michoacana, los Caballeros Templarios, las así llamadas “autodefensas”, que eran también en muchos casos empresas criminales y, finalmente, la irrupción del Cártel Jalisco Nueva Generación.
Algunos hitos en estas tres décadas y media son las cabezas humanas aventadas en el bar Sol y Sombra en Uruapan en 2006, la petición de ayuda del gobernador Cárdenas Batel al presidente Felipe Calderón, con lo que da inicio la siempre mal llamada “guerra contra el narco”, y los granadazos en la ceremonia del Grito de la Independencia en Morelia en 2008, que fue tal vez el primer acto de narcoterrorismo en el país.
En los siguientes años se acumulan los actos violentos y suceden dos cosas igualmente graves: la gradual toma del puerto de Lázaro Cardenas como punto de entrada de precursores químicos y la extorsión a navieras, cargueros y empresarios no locales y el surgimiento de los grupos de autodefensa, lo cual constituye la claudicación del Estado frente a la criminalidad organizada.
Podría yo continuar con la cronología, pero creo que con esto es suficiente para ver que el incendio en Michoacán comenzó hace mucho y que por lo menos cinco presidentes de la República han fracasado en contenerlo.
El asesinato de Carlos Manzo nos coloca ahora frente a otro desafío: el de la simplificación absurda de las responsabilidades de cada quien, la asignación barata de culpas a diestra y siniestra y el cínico aprovechamiento de la tragedia por parte de los propagandistas del régimen y los de la oposición.
Yo sé que es mucho pedir que el combate al crimen organizado se asuma como lo que es: un asunto de Estado, de soberanía, de seguridad nacional.
Lastima que oficialismo y oposición, por igual, prefieran la propaganda.
Apuntes al margen:
- Hoy martes 4 de noviembre los neoyorquinos elegirán un nuevo alcalde. El gran favorito de las encuestas, Zohran Mamdani, podría poner de cabeza todo el tablero político-partidista de EEUU.
- El anuncio del rompimiento de relaciones diplomáticas por parte del gobierno de Perú obedece a que nuestro país dio asilo en su embajada a una enemiga del régimen peruano. Bien por la tradición mexicana del asilo diplomático, lástima que no se aplique con igual frecuencia en países como Venezuela o Nicaragua.
POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS
GGUERRA@GCYA.NET
@GABRIELGUERRAC