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Porque no solo se trata de la tintorería. ¿De veras no se han dado cuenta?...
00:04 sábado 20 mayo, 2023
Colaboradores
Porque no solo se trata de la tintorería. ¿De veras no se han dado cuenta? Ese, nada menos, es el rasgo distintivo de los gobiernos progresistas, populares, que ya merecían una oportunidad Se han multiplicado los comentarios, todos negativos, sobre la cantidad de dinero que gasta nuestro líder en tintorería. 17 mil pesos se tumba el Segundo Presidente Más Popular del Mundo en ese concepto, por arriba de la longaniza a 16 kilos el kilo y el helado napolitano a 4500 el litro que se consumen en Palacio Nacional, y es cierto: no se notan por ningún lado. Los de la tintorería, se entiende. El Licenciadísimo aparece lo mismo con esas arrugas en la parte del dobladillo, en plan “Te vas a poner los pantalones de tu hermano porque todavía están en muy buen estado”, que se pone un collar de flores y uno sospecha que abajo hay un lamparón de birria, dado el estado general de la guayabera que se ve detrás del bonche de cempasúchil. A los conservadores que se indignan por esta verdad revelada, va justamente una revelación: de eso se trata. Sí, como lo leen. De lo que se trata es de gastar muchísimo y que no se note. Que todo tenga un sello como de mapeo de atolito a las seis, en familia, en piyama; como cutre; como de Noroña (¡presidente, presidente!) en la cruda, que por supuesto jamás ha experimentado, pero para que me entiendan. Porque no solo se trata de la tintorería. ¿De veras no se han dado cuenta? Ese, nada menos, es el rasgo distintivo de los gobiernos progresistas, populares, que ya merecían una oportunidad. Es, vaya, nuestro proyecto de gobierno, eso que los fifís, desesperados, llaman “populismo”. Le metes una fortuna al Tren Maya, y todas las obras parecen como de “Aviéntame otras vías, carnal. Sí, yo digo que sí pasan. ¡Brayan, dispárale al tucán!”. Construyes un aeropuerto que cuesta una lana, y le pones un tianguis mezlcillero, un puesto de doraditas y una base de micros. Por fin armas una campaña de vacunación con Pfizer y toda la cosa, y pones a los adultos mayores a bailar como botargas de Simi. Pagas harto dinero para construir una pirámide en el Zócalo, y todo luce con un je ne sais quoi de versión low cost de Kalimán. Te agencias una casota en Estados Unidos, con su alberca y demás, y te vistes como para ver porno en un sótano mientras tu mamá te baja alitas BBQ de caja. Le tumbas un billetazo en vuelos al erario todos los meses, y logras que nos compadezcamos de ti porque te vas a aventar el trayecto desde Tuxtla con un sobre de cinco gramos de cacahuate salado y un vasito de agua. Luces un Cartier en la muñeca, pero con huipil para disimular. O, para seguir con la estética personal, te compras unos zapatos ingleses de varios, varios miles de pesos, y los usas con manchas de a saber qué. Sí, es la marca de la casa. El sello 4T. Esto somos. Todos, salvo mi Ana Gabi. Ella no. Ella lo hace justo al revés. Fíjense: no desembolsa un centavo y sale a presumir unas medallas limpias, brillantes, súper diseñadas, oro puro, en nado sincronizado. POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09