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Al mismo tiempo, parece haber un creciente número de gobiernos latinoamericanos abiertos, de grado o por fuerza, a la influencia estadounidense
00:10 miércoles 12 noviembre, 2025
Colaboradores
Para analistas conservadores estadounidenses, la política latinoamericana de Estados Unidos se encuentra en un momento ideal, o casi. Parece haber una confluencia de intereses. Por un lado, el gobierno del presidente Donald Trump está evidentemente interesado en la región, tanto en lo económico como en lo estratégico, como se refleja en su revitalización de la "Doctrina Monroe" y su disposición a usar la fuerza militar para enfrentar el tráfico de drogas y los cárteles responsables.
Pero al mismo tiempo, parece haber un creciente número de gobiernos latinoamericanos abiertos, de grado o por fuerza, a la influencia estadounidense. El análisis resulta simple: "una confluencia de corrientes políticas en la región está dando lugar a un grupo de gobiernos, casi sin precedentes en número, alineados con Estados Unidos e interesados en fortalecer sus relaciones con este país", proclamó R. Evan Ellis, en un reporte para el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS).
Es cierto que hay una fuerte disposición de gobiernos latinoamericanos por acercarse a Washington, en algunos casos por confluencia ideológica, como ocurre con el argentino Javier Milei, el ecuatoriano Daniel Noboa o el salvadoreño Nayib Bukele; en otros se trata de preocupación por evitar reacciones contrarias que pudieran tener consecuencias de todo tipo.
En todo caso, la creciente atención del gobierno estadounidense coincide con un vuelco regional a la derecha, luego de 20 años de una "Marea Rosa" que demostró a los votantes que los regímenes populistas de izquierda pueden ser tan ineficientes, autoritarios y corruptos como los de la derecha.
El incumplimiento de promesas, el deterioro de la vida diaria, sus propias divisiones internas, son factores que han llevado a la derrota electoral de gobiernos "progresistas".
Las realidades de la economía y, en alguna medida, la conveniencia o las presiones comerciales estadounidenses han llevado también a que regímenes de centro-izquierda, en especial de los países más pequeños, busquen acomodos propios con Estados Unidos.
Y en ese sentido, parece haber una mayoría de países en cualquiera de las alternativas, más allá de lo que de momento parece un fallido intento de propiciar la caída del dictador venezolano Nicolás Maduro, y las crecientes penurias económicas de Cuba, otro país que Estados Unidos considera adversario. Pero incluso el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, que aprovecha su alianza con Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS) para adelantar las ambiciones nacionales de liderazgo regional, busca mantener una relación cordial y comercialmente provechosa con el gobierno Trump.
México no parece exento de esa tendencia, entre la realidad de una delicada interrelación económica y necesidades políticas domésticas que obligan a continuos gestos simbólicos de resistencia que alimentan una histórica imagen de independencia.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE