Vínculo copiado
Regalos sonríen aunque el bolsillo llore
00:10 lunes 29 diciembre, 2025
DESDE LA REDACCIÓN SLP
Diciembre tiene un talento especial para hacernos creer que el dinero también celebra la Navidad. Hay aguinaldo, ofertas “irrepetibles”, contadores regresivos y notificaciones que vibran como si fueran villancicos digitales. Todo conspira para que el clic sea más rápido que el sentido común. El problema no es comprar, sino cómo y por qué compramos cuando la emoción se disfraza de oportunidad. Hoy el consumo ya no espera en un aparador: se mete al teléfono, aprende nuestros gustos y nos persigue con urgencias artificiales. “Últimas piezas”, “sólo por hoy”, “alguien más está viendo este producto”. No es casualidad; es diseño. La compra se vuelve un reflejo, no una decisión. Y en esa carrera, el bolsillo suele llegar tarde. ¿Quién gana? Plataformas que viven de la impulsividad ¿Quién pierde? Familias que cambian el alivio decembrino por la cuesta de enero. Lo que no se dice es que esta presión no está realmente regulada. Los precios se mueven, las tarifas cambian, las notificaciones aparecen sin pedir permiso y el scroll no se acaba nunca. El mensaje es claro: compra ahora, piensa después. Y cuando enero llega con aumentos, colegiaturas y resfriados, el “después” cobra intereses. No es mala suerte; es un sistema que empuja a gastar sin pausa. También estamos evitando mirar nuestra responsabilidad. Comprar es un acto económico, pero también emocional. ¿Necesito esto o solo me lo hicieron desear? ¿Estoy aprovechando una oferta o la oferta me está aprovechando a mí? Reservar una parte del dinero para lo básico y para imprevistos no es aburrido; es un acto de defensa personal financiera. Quizá el verdadero acto de rebeldía hoy no sea llenar el carrito, sino evitar vaciarse de prisa. Detener el dedo antes del clic, apagar el ruido digital y recordar que ninguna oferta es tan urgente como la estabilidad en casa. Porque las luces se apagan, los anuncios desaparecen y el algoritmo se va; pero la deuda se queda, puntual, tocando la puerta cuando ya nadie anda de fiesta. ¡Hasta mañana!