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Posibles causas de la epidemia de ansiedad asociada a la revolución digital.
14:52 sábado 24 noviembre, 2018
Tecnología
Vivimos en la década de los fidget spinners, de los libros de colorear para adultos y de los vídeos virales de susurros relajantes. También vivimos en la década de la gig economy, de la falta de sueño por las pantallas y del año en que el 10 % de la población mundial se enganchó a Instagram. Son solo ejemplos, pero no casualidades: los primeros son síntomas y los segundos, posibles causas de la epidemia de ansiedad asociada a la revolución digital. En este momento, los trastornos emocionales derivados del estrés, como la ansiedad y la depresión, son los problemas de salud mental más prevalentes del mundo. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), juntos afectan al 14,6 % de la población adulta española, y los grandes estudios demográficos señalan que hasta un tercio de las personas en todo el mundo sufren algún tipo de ansiedad a lo largo de su vida. El periodista británico Johann Hari, autor de un libro sobre el aumento reciente de estos trastornos, señala que no son cambios aleatorios en la bioquímica cerebral, sino reacciones a la desconexión social. Menos seguridad financiera, menos fe, menos trabajos vocacionales o menos tiempo con los amigos son todo pérdidas que han pasado factura. “Por un lado cada vez tenemos más estrés y por otro lado no sabemos manejar ese estrés y las emociones que genera”, explica el psicólogo de la Universidad Complutense de Madrid Antonio Cano, que también es presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés. Cano señala que es difícil poner cifras concretas a la propagación de la ansiedad, ya que los estudios epidemiológicos no se suelen repetir con la misma metodología o en la misma población, pero asegura que los datos existentes confirman un aumento desde hace varios años. Según él, las reglas de la sociedad han cambiado, de manera que ahora se generan más demandas y mayor incertidumbre: “Ya no se tiene un trabajo para toda la vida. Estudiar una carrera ya no sirve para ascender automáticamente de clase social como ocurría en los años 60”, dice. La tecnología aumenta la ambigüedad en las relaciones interpersonales, dice el psicólogo Scott Stanley En una familia exigente, Luminița empezó a identificar síntomas de ansiedad, que ella asocia con expectativas académicas, a los 16 años: náuseas, dolor de pecho, taquicardia. El médico de cabecera le dijo que era demasiado joven para sentir dolor en el pecho. “Lo que te pasa es que eres muy nerviosa”, recuerda oír aquel día en la consulta. Ahora, a punto de cumplir 20 años, está en tratamiento por la ansiedad y depresión que le diagnosticaron hace dos, cuando su condición era ya incontestable. A toro pasado, Luminița cree que vivió con ansiedad desde mucho antes de ir al médico. “No se toman en serio las enfermedades mentales”, denuncia. “Muchísima gente puede tener depresión o ansiedad sin saberlo; yo estaba todo el día en alerta, pero solo lo identifiqué cuando influía en mi estado físico”. EL PAIS